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Abrí los ojos con lentitud, acostumbrándome al foco de luz que me estaba dando directamente en la cara. Me sentía aturdida y cansada, como si hubiera estado corriendo sin parar durante la última semana. Por un instante no supe donde estaba, pero de pronto las imágenes se aglomearon en mi cabeza como si alguien hubiera pulsado el botón del play, y fui consciente de que sí que me había pasado los últimos días corriendo sin parar. El incendio, los karsha viniendo hacia nosotras con la ropa envuelta en llamas y alaridos animales saliendo de sus gargantas, sus ojos totalmente negros sin perdernos de vista ni un segundo, Giselle soltando mi mano y tomando otro camino, una explosión, William gritando mi nombre... William. Me incorporé alarmada, soltando un quejido de dolor y llevando automáticamente mis manos a la espalda. ¿Es que no iba a recuperarme nunca de esa maldita caída? Había pasado suficiente tiempo como para que dejara de dolerme. Aunque dormir entre escombros no es que ayuda

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